Testigo de excepción

Aclaración pertinente:

No acostumbro compartir fotos de los bachilleres 1968, porque siento que son muy personales, muy íntimas, muy de ellos, así las haya tomado yo en los diferentes encuentros a los que me han invitado.

Pero en esta oportunidad rompo con ese dictado personal y comparto el texto y algunas de las fotos que he tomado en los encuentros de bachilleres, como un homenaje a Javier Escobar, quien falleció recientemente. Sé que el grupo sabrá disculparme.

Manuel Tiberio Bermúdez

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Por Manuel Tiberio Bermúdez

El ejercicio del periodismo me ha permitido conocer a personajes que de otra manera no hubiese podido tener a mi alcance. El de fotógrafo me ha acercado a mirar situaciones, personas y lugares de manera excepcional.

Fue este último oficio, que amo y ejerzo con pasión, el que me ha permitido aproximarme  a un grupo humano, del que desde 1978 me siento parte, y con el que he compartido momentos inolvidables. Se trata de la promoción de bachilleres 1968 quienes me han honrado con su amistad y me han hecho feliz, al tenerme entre sus invitados cada que se convocan el ejercicio del amor fraterno.

Desde esa época hasta  hoy soy su testigo de excepción, es decir, soy quién registra, los mejores momentos de ese compartir que cada 5 años los une para festejar la amistad. Para este séptimo encuentro también estuve ahí, disfrutando, compartiendo afectos, captando, en la  magia de  la fotografía los momentos vividos de una experiencia que no tiene igual.

Luego de 40 años de haber egresado del Colegio Bolivariano, la promoción de bachilleres 1968 se reunió los días 10, 11, 12 y 13 de octubre, en su  séptimo encuentro como graduados.

Como siempre, la camaradería, el afecto, la amistad, los abrazos, fueron la nota que marcó el evento, en un ejerció de hermandad. De los 48 compañeros que salieron del Colegio, hoy quedan 42, ya que han fallecido 6. A este encuentro asistieron 28, quienes  como en cada ocasión que se reúnen, las anécdotas, el recuerdo de su vida estudiantil, la evocación de ese pasado, que está allí a la vuelta de sus memorias, fue el plato servido para el deleite  y claro, las palabras amorosas para los  masajitos al alma.

A esta gran familia que es la promoción de bachilleres año 1968, no se le agota, por más veces que se reúnan, el apunte, el chiste, el cuento, la historia que guardaron para compartir, el repetir, con la risa que acompaña el disfrute, la pilatuna que todavía celebran como si fuese recién hecha.

Es que nada revitaliza tanto como el encuentro con los recuerdos, el abrazo guardado para la ocasión, las palabras de afecto que estrechan cada vez más la amistad, que ha resistido las distancias a la que les obligó la vida en busca de caminos propios. No se ven como amigos de ayer, se sienten y se tratan como hermanos de siempre.

Son conscientes de que la vida, y esta cofradía de la que disfrutan, les ha regalado hermosos momentos de gozo, de felicidad, de risa en plural, pero también, en ocasiones les ha cobrado en tristeza el ejercicio de existir: 6 de sus más queridos compañeros son hoy recuerdo que en cada encuentro evocan.

Son, esos ausentes,  parte de esa historia que han vivido y por ello, no los olvidan y en cada ocasión que el amor los convoca a reunión, como si fuera esa vieja campana del colegio que tantas veces los llamó a las clases, llegan tristes  pero no abatidos, hasta el camposanto  y allí en ejercicio de nostalgia, les cuentan a ellos, los inolvidables,  que aquí siguen, rememorándolos, amándolos, y pensado con el poeta  aquello de: ¡carajo!, “hermana muerte que se va llevando, todo lo bueno que en nosotros topa”, y para que en el más allá también festejen el reencuentro, les cantan con sentimientos ese himno que va pegado a la piel: “La venenosa”. El viento esparce esas notas hasta el cielo y desde allá los inolvidables, muy seguramente, saludan, en versos de nostalgia  a los que aman.

Pero la vida sigue y el encuentro también. Durante esos días la camaradería se divierte, los títulos que dio la vida o que se ganaron en estudio, son olvido…aquí no hay doctores, ni ingenieros, nada de eso;  hay hermanos que se designan con el mismo nombre de la época de Colegio. Salvador Bohórquez, vuelve a ser “Cacerolo”; Jairo Gallón, es el “Palomo” de ayer, Eduardo García, responde por “Cacao”, Hernando Masso, no atiende si no le dicen “Perra Flaca”, Amanda Taborda, entiende por “Tolima”,   Nelly  Ospina, es nuevamente “Medio polvo”, Juvel Ospina vuelve a ser “Ruanini”, Javier Escobar, es “Felipe”,  y así, cada uno regresa a esa identidad de ayer que es evocación en esa reunión de evocadores.

Es grato ver a este grupo humano reunido en carcajada colectiva, es apasionante verlos en afectos generosos, es emocionante mirarlos  compartir sin reservas. Sí, bien  es cierto, han transcurrido 40 años desde ese 6 de julio en que se hicieron bachilleres en 1968, hay que verlos en la pista de baile, gozando, “tirando paso” como en el pasado.

Si no fuera porque en cabeza, de algunos de ellos, el polvo del tiempo ha dejado su huella, o por un cabello que brilla como luna en creciente, en ellas, uno diría que es un grupo de estudiantes en fiesta de graduados. Son los movimientos de ayer, mejorados hoy, pero gozados con la misma intensidad, y con la misma juvenil emoción…es por eso que el tiempo no tiene cupo entre este grupo donde la alegría, y la amistad llena todos los espacios.

La cita para el próximo encuentro fue programada  para el 2010, y es que hay motivos de un nuevo encuentro: la celebración de los 100 años del pueblo que les ofreció la oportunidad de reconocerse como hermanos, de sentirse familia, de erigirse como un grupo en el que tiene la mejor representación el cariño  y el amor fraterno.

Si la vida lo permite, ahí estaré con mi cámara, ejerciendo el oficio que con más emoción realizo: ser testigo de excepción del encuentro de los seres más afectuosos que he conocido.

Manuel Tiberio Bermúdez

Octubre 13 de 2008